De alguna manera resultó una aventura emocional fascinante. Leer la última carta de uno y descubrir que nos dolimos mucho más de lo que nunca quisimos admitir; ver en el perfil de facebook de otro que se casó recién a finales del año pasado, muy cerca del día de mi cumpleaños; ver que otro ya es padre de familia y sentir, en el fondo, que el chavito de pelos parados de las fotos podía haber sido mío... Y dar gracias porque no lo fue.
Creo que es el momento adecuado. Hace ya seis años que cambié de rumbo, que cerré ciertas puertas y abrí otras, que me enfrasqué en lo que Billy Crystal adecuadamente describía como "el resto de mi vida". Y muchas cosas han cambiado de entonces a ahora; sin embargo, tenía heridas y fantasmas que había querido mantener ahí, encapsulados. Como bien decían en "El espinazo del diablo":
¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor quizás, algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar.Entonces... Quiero dejarlos ir. Realmente quiero cerrar esos capítulos a medio escribir, como proyectos de borrador, y que cada quien sea feliz en su propio terreno. Enviarles una carta, contactarlos de nuevo, tendría exactamente el efecto contrario. Para lograrlo, entonces, un pequeño párrafo de despedida, desde aquí, a cada uno.
- Lucano: durante mucho tiempo me sentí responsable por haberme casado antes que tú (sé que suena idiota, lo sé). Saber que encontraste una mujer que te hace feliz y con quien seguramente compartirás todas esas cosas lindas que sé que tienes dentro me llenó de gusto, y no te lo escribo directamente porque imagino que sería muy raro tener noticias mías después de 8 años de no hablarnos. Un abrazo.
- José: qué bueno que encontraste a tu mujer, que bueno que ahora sabrás lo bien que te hará ser padre. Decido, de manera totalmente unilateral, dejar de darle vueltas a las heridas viejas. Los años habrán servido para hacerte una mejor persona, y para hacerme una mujer más sabia, así que supongo que esos que fuimos y dolían ya no son más éstos que somos, y que ya no deberían dolerse de daños tan viejos. No planeo contestar tus mensajes de facebook, pero te dejo ser feliz, sin dedicarle más energía mental a nuestras culpas.
- Federico: eres la historia que más tristeza me podría causar. La coyuntura histórica, inclusive, te puso de regreso en mi cabeza. Hubo tantos malentendidos al terminar un cuento que nunca fue y una amistad que ya no podía ser, que es imposible intentar recolectar los pedazos. Quien soy te debe mucho. No entiendo a aquel que eres ahora, pero te deseo de todo corazón la paz que calme tus tormentas interiores (esas que motivaron que nos acercáramos, que tratábamos de ahuyentar mientras fuimos amigos, y que te han llevado lejos de todo lo que pareces haber valorado en algún momento de la vida).
Hay otros exes, seguro. Estos tres resumen las historias más rotas de mi vida, aquellos con los que me unen deudas emocionales. Después de escribir esto (y de escribirlo acá, y no en Vespertina, que es su lugar acostumbrado) me declaro en huelga de fantasmas: sólo me quedo con lo que valió la pena, con las lecciones aprendidas... Y me despido de la posibilidad de dejar que me duelan.