29.3.10

La venganza del hijo prodigio

Ha sido un tema recurrente en mi vida en el último par de meses (de semanas, en realidad). Navego por la vida con bastante de girl scout, cediendo el paso, cumpliendo mus obligaciones, resistiendo una y otra vez. Doy las gracias, pido las cosas por favor, le sonrío a los desconocidos y saludo a los perros en la calle. Mantengo el aspecto de buena ciudadana, diríase.
Y, sin embargo, admito sin el menor pudor que toda la vida he conservado abierta la herida del hijo virtuoso no reconocido, de ese molesto idiota que se pasa la vida haciendo bien las cosas para sólo ser mencionado el día que incumple el tácito contrato de perfección: la maldición de ser el "hijo prodigio" en la parábola del hijo pródigo. La soberbia absoluta, pues.
Creo que en general me mantengo buena y cuerda porque sé que el día que decida darle rienda suelta a mi ira, haré que estalle el universo entero. Esos momentos del día que dedico a soñar en la revancha de los buenitos son un tesoro auténtico, un remanso puro de desesperanza y odio. Prepárate, mundo: bitterberri está de regreso.