15.9.09

El país de los cínicos

(Había yo prometido que no me iba a meter en política nunca, jamás, en un blog. Pero la verdad es que ya me cansé de sentir tanta indignación y sólo echársela encima a mi marido. Ahí les voy)

"El gobierno no puede vivir en la ficción" Gran frase. Sobre todo viniendo de personajes que ganan más de 100 mil pesos al mes, sin contar las prestaciones y beneficios adicionales (choferes, seguridad, gastos reembolsables).

Señores: el gobierno YA VIVE en la ficción. Cualquiera que gane un sueldo de ese tamaño y crea que un salario mínimo da para vivir, YA ESTÁ en un país que para el resto de nosotros (los que nos tronamos los dedos para sacar las cuentas del mes, los que no tienen para salir adelante, por más que trabajen como locos, seis dias por semana, diez horas al día) no existe. Y nosotros tampoco existimos para ellos.

¿No se da cuenta Carstens que lo que dice es una muestra de su gran, gordo y abundante cinismo? ¿Deveras cree él que es necesario que los secretarios de estado (como él) ganen lo que ganan? No es necesario eliminar puestos de trabajo de la base (su amenaza): Lo que es realmente necesario es que los cínicos, zánganos que viven de nuestro presupuesto, ganando más de 100 mil en un mes, hagan un acto de contricción y sean menos descarados.

¿Por qué no han recortado sus sueldos, las dietas de los diputados y senadores, sus gastos personales reembolsables? Porque han sido, son y seguirán siendo unos cínicos. Ya basta.

10.9.09

Centavo a centavo

Para no variarle, muchas cosas. Entre ellas, que me estoy dando cuenta del enorme bien que me hace haberme clavado en un proceso intenso de autoconocimiento. En segunda, que este proceso esté ocurriendo de múltiples maneras, con diferentes participantes y perspectivas. La tercera es muy intensa: no podría hacerlo sin los grupos en los cuales trabajo. Tanto mis compañeras en la terapia (donde todas tenemos una guía hacia la cual mirar) como mis compañeros en la capacitación del instituto son, en gran medida, copartícipes de muchos de los centavos que me han caído, me caen y seguramente me estarán cayendo en fechas próximas.

No sé. Como que remover los fantasmas del pasado desde una perspectiva más clara, más inteligente, menos solitaria, ayuda. Es increíble saber que a alguien más también le salvó la vida Frankl y su sutil pregunta "¿Por qué no te has matado?"; que no soy la única con ciertas fobias (y filias), que mis obsesiones son, en algunos de los casos, compartidas (y en los mejores, hasta útiles resultan para alguien).

Estoy aprendiendo a estirar mis límites. Es curioso no saber en este preciso momento de mi vida hacia dónde me llevará esto, pero empiezo a descubrir rutas que no recordaba, o que consideraba clausuradas, o de pronto descorrer la neblina y distinguir —justo en ese rincón que ya había olvidado— otra posibilidad.

Estoy intensita. Admito que este post sólo tiene la intención de servirme de descarga emocional, de vertedero de ideas que me están dando vueltas y, que si no escribo, no me dejarán dormir (lo sé, las conozco). Creo que el cierre del ciclo de la certificación en consejería se está transformando en un catalizador para cerrar muchas cosas que no estaban bien puestas, acomodar empaques y válvulas, ver que necesita esta maquinaria para funcionar más y mejor en todos los sentidos.

Conocerme más (y poner ese conocimiento en función de tener la posibilidad de hacer algo por otros) está resultando una aventura bastante digna. También, es cierto, este cierre es la materialización de la posibilidad de tener parte de mi vida y tiempo de regreso: he dejado dos o tres o diez proyectos y amistades colgados, por falta de iempo y energía. Me siento, exactamente, como un resorte en su punto máximo de compresión: a punto de entrar en una expansión enloquecida que terminará en muchos, muchos saltos. Ya veremos en dónde reboto y hasta dónde llego (creo).