11.12.09

Me gustaría aprender...

Me gustaría aprender a escuchar a mi cuerpo:
Comer cuando tengo hambre
Dormir cuando tengo sueño
Caminar (o no) con rumbo a mi destino
Llorar cuando no tenga más remedio
Reír cuando el pecho me revienta en trizas.

Pero pasa que me encuentro disociada
y me encuentro escribiendo cuando habría que llorar
gritando cuando habría que callar
sonriendo cuando una serpiente me muerde por dentro
conservando el aliento cuando el vértigo avanza
fingiendo ser navaja cuando soy sólo nada.

25.10.09

Es fácil...

Es más fácil no volver a escribir. Es fácil negarse al dichoso vicio, a la vocecita esta que insiste en tomar la pluma, el teclado, la libreta. Es más fácil admitir que no hay tiempo, que estás muy cansado, que necesitarías ponerle más dedicación que la que te dejan las múltiples tareas cotidianas.

Es mucho más fácil negarte, volcarte en el twitter, decir que no estás inspirado y que la verdad, la verdad, que escribas o que no da exactamente lo mismo. Total, el tiempo que no le dedicas a las letras se lo puedes dedicar al trabajo, a los amigos, a la familia, a ver películas, a lo que sea.

Y sin embargo, aquí vienes de nuevo, a martillar el teclado, a dedicarle unos minutos a la obsesión que crees que te alimenta. Ilusa tú. Ya deja de escribir, abandónalo todo.

(Neh, nunca fui obediente a las ordenes de la realidad. Menos ahora...)

13.10.09

Viaje disolvente

Hacía años que no viajaba tanto en un mes. Estoy redescubriendo cómo afecta eso mi sentido de la pertenencia y la permanencia, cómo modifica y moviliza cosas en mí que a veces no tengo idea de qué son.

Estoy por primera vez en años a Monterrey. Admito que extraño en cierta medida esa ciudad que tan bien llegué a conocer después de terminar atrapada en ella en más de una ocasión. Extrañaba el clima estrafalario que es calurosísimo y después lluvioso y a los 15 minutos helado y luego lluvioso de nuevo...

Esta ciudad fue el hábitat de bitterberri más que ningún otro lugar. Fue en una salita de computadoras del hotel más socorrido por mí en ese entonces que bitter se hizo conocida, empezó a interactuar con el mundo y que adquirió un rostro y una personalidad. Monterrey pudo haberse transformado en mi ciudad si las cosas con la Agencia del Mal no hubieran ido de mal a peor a terrible progresivamente.

Recuerdo que cuando inauguraron las nuevas oficinas aquí, yo había venido a una presentación de resultados y, sin deberla ni temerla, me tuve que quedar un día más, sin una muda de ropa, en el hotel pederísimo en el que se hospedaba el director general. Recuerdo la semana aquella en que se cayeron las sesiones porque llovió y tuve que esperar 3 días más, con ropa de otoño chilango en pleno invierno regio.
También recuerdo la sensación triunfal de la primera presentación de resultados, y nuestro festejo con museo y cabrito. La mejor comida de ese año en el Pangea. Hacerme de una rutina que incluía nadar, hacer caminadora y después salir a caminar al centro. Aprender a moverme en metro y llegar así hasta el Parque Fundidora. Recorrer la Macroplaza, el museo de historia mexicana, el marco. Las citas de trabajo que duraban todo un día. La oficina en la que nadie esperaba mi regreso.

Ahora estoy en un hotel que probablemente no existía la última vez que vine; trabajé en una salas que con toda certeza tampoco existían cuando trabajé aquí. "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos". Me asombra tanto mi soledad de aquel entonces, esa libertad infinita que me daba tener un único lazo afectivo no tan fuerte con el mundo. Esa época de mi vida en la que todo sonaba posible. Mi último episodio depresivo menor (al menos suficientemente fuerte como para acabar en terapia por primera vez).

No tener conciencia de mi soledad me daba alas. Ahora esa misma soledad me produce miedo, nostalgia, compasión. Esa extraña que no tenía ni un gato, que vivía sola en la ciudad, sin otra liga emocional que dos amigos cercanos que sin embargo tenían una vida con su propio ritmo (finalmente acabaría por separarlos). Quisiera pasar una semana en Monterrey, como entonces, pero al mismo tiempo me aterra pasar tanto tiempo lejos de R, de los gatos, de T y de N y de Pixel y de P y de E y de tantas otras iniciales que se le han añadido a mi vida en los últimos tiempos...

Viajar me libera, pero me disuelve tambien un poco, como si fuese azúcar que se dipersa al entrar en contacto con el agua. Esa persona que sólo existe en los aeropuertos y que no soy exactamente yo me espera dentro de la maleta, me recuerda que tuve un galán aeronáutico, y ahora que soy más bien terrestre escucho el tren pasar frente a mi habitación de hotel.

Son otros tiempos, definitivamente. Otros tiempos, otras personas, otras causas y efectos, otro azar el que me trae de nuevo aquí —y a la vez no—. Sigo siendo yo, mi maleta, un boleto de avión de ida y vuelta, una reservación de hotel, la cama enorme que no me dice nada, nadie a quien tocar durante un par de días. Regresar a mi vida habitual se siente un poco más como resurrección y menos como éxodo. Tal vez es que viajar activa mis genes deambulantes: Sara, Zoraida, esa mujer que camina en mi sangre desde siempre jamás y no se para por nada ni por nadie (ni por mí).

15.9.09

El país de los cínicos

(Había yo prometido que no me iba a meter en política nunca, jamás, en un blog. Pero la verdad es que ya me cansé de sentir tanta indignación y sólo echársela encima a mi marido. Ahí les voy)

"El gobierno no puede vivir en la ficción" Gran frase. Sobre todo viniendo de personajes que ganan más de 100 mil pesos al mes, sin contar las prestaciones y beneficios adicionales (choferes, seguridad, gastos reembolsables).

Señores: el gobierno YA VIVE en la ficción. Cualquiera que gane un sueldo de ese tamaño y crea que un salario mínimo da para vivir, YA ESTÁ en un país que para el resto de nosotros (los que nos tronamos los dedos para sacar las cuentas del mes, los que no tienen para salir adelante, por más que trabajen como locos, seis dias por semana, diez horas al día) no existe. Y nosotros tampoco existimos para ellos.

¿No se da cuenta Carstens que lo que dice es una muestra de su gran, gordo y abundante cinismo? ¿Deveras cree él que es necesario que los secretarios de estado (como él) ganen lo que ganan? No es necesario eliminar puestos de trabajo de la base (su amenaza): Lo que es realmente necesario es que los cínicos, zánganos que viven de nuestro presupuesto, ganando más de 100 mil en un mes, hagan un acto de contricción y sean menos descarados.

¿Por qué no han recortado sus sueldos, las dietas de los diputados y senadores, sus gastos personales reembolsables? Porque han sido, son y seguirán siendo unos cínicos. Ya basta.

10.9.09

Centavo a centavo

Para no variarle, muchas cosas. Entre ellas, que me estoy dando cuenta del enorme bien que me hace haberme clavado en un proceso intenso de autoconocimiento. En segunda, que este proceso esté ocurriendo de múltiples maneras, con diferentes participantes y perspectivas. La tercera es muy intensa: no podría hacerlo sin los grupos en los cuales trabajo. Tanto mis compañeras en la terapia (donde todas tenemos una guía hacia la cual mirar) como mis compañeros en la capacitación del instituto son, en gran medida, copartícipes de muchos de los centavos que me han caído, me caen y seguramente me estarán cayendo en fechas próximas.

No sé. Como que remover los fantasmas del pasado desde una perspectiva más clara, más inteligente, menos solitaria, ayuda. Es increíble saber que a alguien más también le salvó la vida Frankl y su sutil pregunta "¿Por qué no te has matado?"; que no soy la única con ciertas fobias (y filias), que mis obsesiones son, en algunos de los casos, compartidas (y en los mejores, hasta útiles resultan para alguien).

Estoy aprendiendo a estirar mis límites. Es curioso no saber en este preciso momento de mi vida hacia dónde me llevará esto, pero empiezo a descubrir rutas que no recordaba, o que consideraba clausuradas, o de pronto descorrer la neblina y distinguir —justo en ese rincón que ya había olvidado— otra posibilidad.

Estoy intensita. Admito que este post sólo tiene la intención de servirme de descarga emocional, de vertedero de ideas que me están dando vueltas y, que si no escribo, no me dejarán dormir (lo sé, las conozco). Creo que el cierre del ciclo de la certificación en consejería se está transformando en un catalizador para cerrar muchas cosas que no estaban bien puestas, acomodar empaques y válvulas, ver que necesita esta maquinaria para funcionar más y mejor en todos los sentidos.

Conocerme más (y poner ese conocimiento en función de tener la posibilidad de hacer algo por otros) está resultando una aventura bastante digna. También, es cierto, este cierre es la materialización de la posibilidad de tener parte de mi vida y tiempo de regreso: he dejado dos o tres o diez proyectos y amistades colgados, por falta de iempo y energía. Me siento, exactamente, como un resorte en su punto máximo de compresión: a punto de entrar en una expansión enloquecida que terminará en muchos, muchos saltos. Ya veremos en dónde reboto y hasta dónde llego (creo).

31.8.09

Feliz día, señor blog...

Por fin, después de 6 años de tener blogs en los que escribo a veces sí y a veces no, logré recordar que hay un día al año dedicado a ellos. Me parece mucho más adecuado en este año, cuando el "mundo blog" está mutando, está reabsorbiéndose y dejando ir usuarios rumbo a FB, rumbo a Twitter o de regreso a sus cabezas y libretas...

Este altar se ha transformado en una actividad esporádica, pero que disfruto enormemente. Creo, inclusive, que lo disfruto más que a bitter: en aquél la fascinación era tener lectores por primera vez y ver qué reacciones causaban mis letras. Recuerdo la temblorina de manos que producía juntar 10 comentarios, uf. Aquí el asunto es mucho más personal; estamos en confianza, de pantuflas y con un gato en el regazo, diríase. Ya no importa la cantidad, sino la fe de quienes vuelven a pesar de todo.

He ido abrazando y soltando diferentes experimentos de escritura. Por ejemplo, hace unas semanas me cuestionaba la existencia de "Más de cien motivos", y llegué a pensar en borrarme de ahí. Ese ya no es mi blog, lo que está ahí escrito ya no son mis letras (supongo que las de nadie entre todos los que alguna ve colaboraron y luego fueron abandonando el proyecto así, en silencio). Lo dejé por un principio simple: respeto a los repositorios. Sigue siendo un espacio con comentarios cada dos semanas en sus posts más populares (no entiendo por qué); si a alguien le hace sentido, adelante. Creo, igual, que en algún momento terminaré por dejarlo ir.

Lo mismo ha pasado con los blogs que leía. Hace dos semanas me cayó el veinte de que muchos de los blogs que seguía y estaban en "mis favoritos" han dejado de actualizar. Con algunos la circunstancia ya está al límite, de otros todavía tengo vagas esperanzas. En vez de abandonar, decidí que necesitaba encontrar nuevas lecturas: me he dado cuenta de que los géneros propicios al medio me gustan mucho (la crónica, el relato corto, la columna de opinión) y sí, resulta necesario darles vueltas al menos cada tercer día.

Siento —se nota— un cambio en la relación con los blogs. No sólo en la mía, en la de todo mundo. Creo que dejaron de ser el juguete de moda, o el experimento práctico. Un poco lo que decía Casciari, que desaparecen los bloggers y quedan los escritores. Y a veces también desaparecen los escritores, que regresan a su escritura privada y sin escándalos. Valoro mucho a quienes se quedan, a quienes descubro, a quienes ya no puedo leer pero que alguna vez decidieron compartir sus letras. A los que las compartieron y luego las dejaron como papalotes enredados en las ramas del árbol.

Van, pues, en honor de quienes se han quedado o han aparecido de nuevo, las recomendaciones-felicitaciones del Día Blog:

1. Stella errans: Diana es, creo, de los poquísimos amigos virtuales que conservo del blog anterior. Es una mujer extraordinaria, que además cuenta con la virtud de escribir y traducir poesía como se debe. Su blog es una muestra de lo que es y de los ases que tiene bajo la manga. No sólo disfruto su blog, la quiero.

2. Imaginemos, imaginemos: me da pena admitir que recién hace unos días di con el blog de Raquel. Digamos que cuando Alguien dijo "hágase el blog", ella llegó y empezó a escribir(se). Lleva, pues, mucho rato escribiendo, y haciendolo cada vez más y mejor. Tenía mucho tiempo que no disfrutaba tanto una lectura en línea, considerando, también, esa lectura como extensión de la persona. Ha sido un gusto dar con ella.

3. Capri, c'est fini: este fue mi primer blog de "aventura absoluta". No llegué ni por recomendación, ni por amigos en común... Llegué saltando de blog en blog, y me quedé. Admito que lo leo en bloques (dejo de leer un rato, espero a que se junten 5 o 6 posts y ya después me los aviento todos de corrido), pero eso se debe, sobre todo, a lo variados que son y a que disfruto saltar de uno a otro. Una isla para encallar sin remordimiento.

4. Skene: que sí, es como el papel de celofán: de colores pero transparente, envuelve las cosas pero deja verlas. Me encantan sus fotos, pero también sus posts, su gato, la forma en la que asume la aventura en la que ha transformado su vida... Me acuerdo de ella mejor que del conciertito en el que la conocí :)

5. Nice Fucking Graphics: mi debilidad por el diseño es evidente, y la que tengo por los datos y cosas curiosas también. En este sitio se reúnen las dos cosas con bastante gracia, y además de llenarme el ojo han contribuido a mi formación extramuros. Estimulante de múltiples maneras.

Bueno, también felicito a mis demás amigos con blog, a los que lo han dejado morir, a los que no están seguros de si van a seguir escribiendo, a los que sólo leen, a los que comentan y a los que no. Feliz Día Blog, blog...

28.8.09

Cosas que disfruto

Despertar con un gato en los pies, otro en el costado izquierdo, y R al oro lado de la cama. Darme tiempo para leer un buen libro (o dos) en semanas de caos absoluto. Mi trabajo (aunque me robe más, mucho más de 40 horas a la semana). Mis amigos (aunque no los vea, cortesía del maldito-bendito trabajo).

Poner mi ex libris en los tomos nuevos. La nostalgia molesta de las 12:54 am cuando estoy a solas en la casa. Tomar un taxi y tener tiempo para leer. Escuchar mi música. Estrenar un par de jeans.

Un buen puro una vez o dos al año. Una copa de vino. La última taza de té del día. El regaderazo de la mañana, después de una larguísima noche de insomnio. Descubrir nuevo material de lectura. Dar con la idea que no encontraba desde hace días. Reírme con (y de) mi gente. Haberme vuelto dueña de mis silencios.

Tener 5 minutos para escribir. Dejar que gente que aprecio lea los textos que más trabajo me cuestan. Ver dormir a Lola mientras escribo en la computadora. Pensar en mis exalumnos con una extraña mezcla de cariño, nostalgia y culpa por abandonarlos.

Disfruto mi vida, vaya que sí.

11.7.09

Cierres

Después de muchos jalones, gritos, semanas de angustia, noches de desvelo, sábados enteros de frustración, risas, desayunos escolares y retos seminsuperables (como crear, por enésima vez en mi vida, una empresa... chale, como si no hubiera estudiado para LAE) por fin, terminamos la maestría.

No estoy segura de qué siento. Por primera vez en casi dos años, las 24 horas que corren de que salgo de la oficina el viernes a la hora correspondiente del sábado me pertenecen. Y aunque ya tenga un mes de haber salido, sigue sorpendiéndome la sensación de libertad que me produce ya no tener que ir a la universidad, viendo lentamente cómo se desmorona el afecto que en algún momento le pude tener a la "augusta institución". También extraño ver todas las semanas a mis compañeritos, las platicas de libros y sociología con el ilustre asesor, y dedicarle doce horas una vez al mes a escribir mi tesis.

En fin. Ya sólo falta juntar el dineral que hará falta para titularme, y eso se volverá el requisito central del próximo año. Es cuestión de pagar mucho por el certificado total, otro tanto por el examen profesional and even more por los trámites de cédula y título. Eos sí: después de eso ya seré "Maestra". Excelso. No sé. Mientras más lo reviso en retrospectiva, estoy segura que aprendí mucho de mis compañeros, de mi asesor de tesis y de dos maestras (tal vez 3). De ahí en más, el resto fue el requisito para obtener el grado que avala lo que he leído por mi cuenta y aprendido en el trabajo en los últimos 5 años.

Ese es un cierre. El otro es que el próximo jueves, más o menos a esta hora, me caso (dirían los pesimistas: por primera vez). Tampoco sé decir cómo se siente; después de un año de vivir juntos, de un muy entretenido "noviazgo intensivo" de dos años y medio (cuento ahí, por supuesto, la cohabitación), de "la primera cita más larga de la historia", cuatro gatos, tres departamentos, una casa, tres trabajos, al menos tres proyectos de trabajo en conjunto (unos con grandes resultados y otros no tanto, pero siempre como equipo que se complementa), muchos libros y peliculas y (sorprendentemente) pocos pleitos, como que casarse tiene algo de "paso inevitable", pero también de "puente" y de tomarse de las manos para caminar (qué cursi).

El compromiso ya lo teníamos puesto. Casarnos da el pretexto para reunir a la gente que queremos en torno de nuestro propio festejo, el de darnos cuenta de que, como diría R, "encontramos interlocutor". Hasta el momento, esto ha sido una larga y entretenida conversación. Raro en mí, no escucho esa voz que le dice a todos mis planes: "¿No la estarás cagando?". Esta vez no.

En una semana, habremos hecho público lo que sabíamos en privado. Eso es un cierre.

21.6.09

Razones para marchar.

Una persona me comentó: "¿Vas a la marcha porque eres gay? ¿Entonces, por qué marchas?"

Marcho porque creo que el respeto a lo distinto es esencial para que esta sociedad funcione. Marcho porque me parece terrible discriminar o juzgar a la gente por sus conductas privadas. Marcho porque tengo familiares y amigos y alumnos y compañeros muy queridos que representan, por sí solos, buenas razones para ser acompañados.

No marcho por moda, ni sólo por pertenecer a una asociación civil cuya misión dice "reconocer, apreciar y valorar las diferencias humanas". No marcho porque sea gay ni porque me encante disfrazarme y ver gente disfrazada (aunque también, algo hay de eso, ja). Marcho porque estoy orgullosa de ser distinta, una persona única (al igual que todo el mundo). Marcho para demostrar que el asunto no es tolerar, sino respetar y convivir (la tolerancia tiene algo de distancia, algo de "asquito" que me suena fatal: tolero que existas, siempre que estés lejos y no te me acerques y no te vea y no te huela). Marcho porque estoy a favor de una sociedad formada de todos, quienes sean y como sean. Marcho hombro a hombro con mis amigos, mis parientes, con aquellos que no vienen pero que también apoyan esta idea. Marcho para demostrar que la discriminación apesta rancio.

Marcho, en definitiva, para celebrar que se han abierto espacios; para protestar porque aún no son suficientes; para demostrar que todos estamos en el mismo barco; para abrazar real y metafóricamente a aquellos que quiero y que han peleado miles de batallas diarias en todos los frentes por su derecho a ser distintos. Marcho para que lo ganado no se pierda.

Hoy caminamos por Reforma, R y L y A y V y E y N y EA y P y P y yo y otro montón de gente más. Lo que nos unía (nos une) es todo lo de arriba. Gays o no, con amigos o sin ellos, con familiares o sin ellos: marcho por tu derecho y el mío a ser lo que somos. Me parece suficiente razón para caminar...

29.5.09

Razones

La tesis, Galleta enferma de leucemia y luego de linfosarcoma y luego durmiendo en las raíces de un árbol hasta que las noches y los días y la duda nos alcancen, Rufino solísimo y mimoso, el final de la maestría, el final del diplomado, poco trabajo que se vuelve mucho por arte de magia, yet another course (ahora de consejería), la planeación y construcción y constitución del instituto de consejería, la casa, una que otra salida con amigos, amigos en crisis cerca y lejos, un escritorio en el que parece que ya no me siento nunca, mi primer artículo sobre cuestiones de trabajo (aunque escrito en forma anónima), las ya cotidianas angustias por dinero (crisis económica global, al fin), mi primer congreso AMAI (por lo pronto como público, espero que el próximo año como ponente), un cansancio extraordinario.

Falta otra semana más a este ritmo. Después, espero regresar a mi anormalidad habitual. Me choca no escribir teniendo tanto de qué hablar.

3.5.09

2 por 1

Chicago

Llegué a Chicago porque me estaba destinado. Una semana antes del vuelo no tenía visa. Dos semanas antes, no tenía idea de que estaría una semana fuera del país y cuatro días y medio en esa ciudad de la que no sabía demasiado.

Todo fue encomendarme a la casualidad y dejarme ir. En ese trance perdí mi teléfono celular, corrí a múltiples lados, organizamos una semana de oficina in advance y logre manener la tensión de "me voy o no me voy" hasta el último minuto posible.

Al final me fui, más porque seguí los pasos de mi destino que porque tuviera algún mérito extra o estuviera preparada para esta aventura de trabajo. Sobre el vuelo ya les platiqué. Sobre la ciudad no he dicho nada todavía.

El horizonte de Chicago es todo menos horizontal. Me recibió a medio camino entre atardecer y anochecer, con todos los rascacielos encendidos y un cielo con tonos naranjas y morados. Nos vimos frente a frente, y transformada de pronto en el ratón de campo que se maravilla viendo la ciudad por vez primera, Chicago vestida de gran ciudad un miércoles cualquiera, nada extraordinario.

Si alguna vez existió un romance de película, es el mío con Chicago. Pase por todos los estereotipos a lo largo del viaje... Ver la pandillita de negros hiphoperos que caminaban por la acera con actitud de madreadores diciendo cosas sobre las mujeres que se cruzaban con ellos en la acera. Encontrar un café con barra al centro, en donde se sentaron a mi lado Escritor, Rubios Universitarios, Negro de la Tercera Edad con Boina y Periódico. Hacer fila en el correo y comprar estampillas para ponérselas a las postales que después metería en un buzón azul. Sentarme en un Starbuck's a ver llover y no mojarme. Caminar por las calles lluviosas con un impermeable, una bufanda y un paraguas que se volteó al menos tres veces con las ráfagas de viento.

Si yo me apropio de las ciudades caminando, Chicago me la gané paso a paso. No la conocí toda, pero cada centímetro que conocí fue a pie. Desde el hotel hacia el norte, hacia el sur, hacia el río y hacia los barrios más allá de él. Chicago es librerías, boutiques, tiendas baratas, metro, lluvia, viento, sol, gente sonriente, inmigrantes a riadas, al menos un museo que me hizo llorar, calles que no pude ver por mirar edificios, edificios que funcionan como parque temático, pizzas de fondo profundo, skillets y una libertad que ya no recordaba.

Abandone a Chicago un lunes. El peso de los rascacielos en el corazón me hace sentir apesadumbrada (aún ahora).

Dallas

El contraste no podía ser más intenso. Después de rainy, windy Chicago, el sol de Texas (pronunciado siempr Tec-sas), su calor descomunal, el horizonte horizontal, las enormes avenidas que no permiten que nada crezca a su alrededor excepto corporativos y centros comerciales... Pude haber ido de Chicago al DF sin sentir tanta nostalgia, pero el recuerdo de una y ora ciudades me amargó Dallas.

Estoy acostumbrada a ganr a pie mi derecho de paso en las ciudades, a ver downtowns y centros, a conocer las calles de la ciudad como la palma de la mano de otra gente. Dallas fue hotil en ese sentido desde muy al principio: sólo un highway, espacios en blanco que no se pueden llenar con palabras conocidas, un juego que no conozco.

Cuando llegué al hotel, descubrí con un poco de sorpresa que el hotel-mall en el que me hospedaría era el mismo sobre el que había tenido que escribir un párrafo extra cuando fingí ser una niña de mundo para conocida revista de estilo de vida. Lo que escribí sonaba más o menos así:

¿Quieres más? Imagina esto: llegas a Dallas y te diriges hacia Galleria Dallas. Te hospedas en el Westin que se encuentra dentro del centro comercia, y sólo falta que te dejes llevar por la atmósfera de lujo mientras visitas tiendas como Tourneau o Versace o te compras algo lindo en Victoria's Secret. Si quieres sentirte como una diva moderna, compra un café, bébelo frente al aparador de Tifanny & Co. y sueña despierta un rato.


Lo que no les dije a mis —entonces— lectoras, fue que el hotel era precioso (dicen que ahora que lo visité estaba recién remodelado), que la mejor tienda es Williams-Sonoma, que Banana Republic es un ensueño y es carísima, que también hay un Payless Shoes con tenis de 10 dolaritos; tampoco les dije que los taxistas y los dependientes de tiendas negros son evidentemente racistas si te ven cara de latino (excepto George, el taxista con palabra de honor que me descubrió el zouk), ni que estar hospedada dentro de un centro comercial es algo que a mí me causó una asfixia enorme y depresión. Claro que no lo dije porque todavía no lo sabía, pero tuve 3 días para averiguarlo.

El centro comercial, efectivamente, es precioso. Me sentí tentada a hacer las dos cosas que sugerí en el artículo, aún sin recordarlas claramente: Victoria's Secret fue el primer sitio (fuera de la recepción) donde alguien me sonrió y me dirigió la palabra; en agradecimiento pensé en gastar 25 dólares en ropita interior, o 20 en brillos labiales, pero cuando decidí hacerlo, las vendedoras desaparecieron y me salvaron de mi propia trampa. Mi desamparo y el aparador de Tifanny's hacían juego, pero en el último minuto pensé que era demasiado cursi y preferí comer yogurt congelado de orangecup mientras caminaba por los pasillos.

Sin embargo, estar allá me dio otra perspectiva. La primera fue que Lerma sería más bonito si tuviera lotes baldíos con pasto verde y cuidado, y también que ganaría mucho con centros comerciales ordenados. También aprendí de primera mano lo ojete que se siente que te vean feo gratuitamente, por el puro prejuicio.

No conocí Dallas, conocí Gallería. Prety impressive.

De mi regreso a México y a la epidemia ya platicaremos luego.

17.4.09

Volar a Chicago

(Sí, estoy en los Estados Unidos... una de esas extrañas urgencias de trabajo que no ocurren nada a menudo)

El vuelo de avión a Chicago es una experiencia extraña. Se siente más como un viaje en guajolotero que como un viaje en avión, con todo y las cajas de cartón amarradas con mecate incluidas, y la gente que necesita todo tipo de ayuda, perdida en este mundo lleno de palabras, textos y significados (y que, por otra parte, se encuentran llenas en sí mismas de textos y significados que yo no comprendo).

Pero, al mismo tiempo, puedes ver a un par de gringos jugando UNO, sentados ahí, al lado. Todo este mundo está esperando la comida, volando en la cola de un avión en el que estaremos por 4 horas, condenados a estar juntos. Sartre no le atinó del todo: el infierno no está ne los otros, cada quién trae cargando el suyo.

Ya tomé mi set de "Fotos celestes" con el logo viejo de Mexicana haciendo su aparición en el ala del avión. Probablemente sea la última vez que viajo en un avión con ese diseño (regreso por otra aerolínea), porque el nuevo y hororoso logotipo ya está en todos lados (inclusive cerca de mi casa, vigilándome desde el cielo).

Conforme salimos de la ciudad, el avión da la vuelta en redondo y me hace feliz al permitirme ver de nuevo el DeFectuoso. No sé por qué razón esta vez salimos por la ruta a Puebla, así que pude reconocer al buen Tío Benito y su cabeza, y pase por encima de la casa de la tía Lulú también. Mientras tanto, mi acompañante de asiento —una doñita ya grande, nacida en Amatlán, con 6 hijos viviendo en Chicago— se dedicó a rezar el rosario durante todo el despegue. Me conmovió y me dio harta ternurita: como que me recordó a mi mamá (por lo de la rezada).

Luego me entraron los 10 minutos de "extraño mi casa". Viajar me requiere de un ajuste neuronal que normalmente me lleva un par de días hacer; justo en este viaje 2 días fueron todo lo que tuve: obviamente no para prepararme y ponerme contenta y decir "voy a una ciudad toda chida y en un país distinto, genial" sino para hacer todos los preparativos técnicos del viaje, incluyendo la aventura de renovar la visa y comprar algunas bolsas Ziploc que creo que finalmente no habría necesitado.

Eso sí, me encanta turistear desde el avión. Por ejemplo, mientras escribo esto (apenas lo estoy posteando, pero lo escribí en el avión, el miércoles) estamos sobrevolando lo que parece ser un gran lago rodeado de pequeños cuerpos de agua, pero no estoy bien segura de dónde estamos... Claro que nunca estoy bien segura de dónde estoy cuando vuelo, excepto (por supuesto) cuando aterrizamos en Mexiquito lindo. Por ahora, ni idea: a 50 minutos del despegue, calculo que estamos por el Bajío, pero por lo que sé igual podrían estarme pasando por encima de mi amado Veracruz y yo ni enterada.

La doñita de al lado no sabe leer ni escribir. Me voltea a ver cada tanto, nomás para checar que estoy haciendo en la computadora. Les estuve echando la mano a ella y a su marido con su declaración de aduana, la regué la primera vuelta y tuvimos que hacerla de nuevo. Y ahora, de pronto, su marido también me voltea a ver con una cara que seguro está reservada a sus nietos: esa mezcla de preocupación, asombro e intriga que le causa la tecnología a la mayoría de la gente que nació antes de la Segunda Guerra.

Esa misma pareja me pediría después que los guiara hasta donde las maletas, pero tuvimos que separarnos en migración, después de encargárselos a un oficial. Al principio se friqueó, pero después de explicarle el caso in English accedió a encargarse de ellos con bastante amabilidad y rapidez. Yo, por andar de buena samaritana, tardé 20 minutos más en poder salir de ahí. Cuando lo logré, mis acompañantes ya habían salido para no volvernos a ver nunca, como sucede con todos los acompañantes de aeropuerto.

Por ahora es todo. Ya llevo día y medio aquí. Me faltan el sábado y el domingo, y no postearé hasta que la aventura de Chicago haya terminado y me encuentre en Dallas, mi siguiente destino. Seguro tendré mucho más que decir. Por ahora, Chicago me llama y es tan irresistible como el canto de las sirenas. Allá voy.

31.3.09

Bifasica

Mi asesor de tesis empieza a temer que el trabajo se trague mis letras. Yo creo que más bien es probable que estén entrando en un estado de latencia, igual que todas las enfermedades crónicas e incurables. No puedo dejar de escribir, ni aunque quiera. Mi vida entera está compuesta de letras e imágenes que luego se recomponen en historias. Qué importa si después no logro narrar todas esas pequeñas escenas que se conforman en mi cabeza conforme los días avanzan y las personas aparecen y desaparecen: la mujer con la que me crucé en la banqueta la tarde de ayer; el curioso sujeto de la librería que ya estaba ahí cuando llegué y seguía dando vueltas cuando yo me fui, sin detenerse, sin tener un libro entre las manos, sólo perdido entre los estantes.

Creo que estoy en "fase introvertida". Uno de los máximos descubrimientos derivados de mi rollo este con el análisis de temperamento, es que me muevo en la finísima línea que divide la introversión de la extroversión, y tengo temporadas en las que estoy clarísimamente de un lado, y otras en las que estoy evidentemente del otro. Mis fases extrovertidas casan con la participación en círculos de lectura, presentaciones en eventos de lectura de poesía (ja) y otras cosas así de demandantes. Por ahora, estoy concentrada en escuchar música, ir al diplomado, escuchar sin abrir la boca (ya sé que nadie lo imagina, pero sí: puedo estar en un salón de clases sin abrir la boca, sin preguntar miles de cosas, sin refutar), pensar muchísimo e idear, idear, idear.

Eso sí: estoy descubriendo un mundo de ideas que ya no sé si salen de mí o si me vienen de fuera, o si están a medio camino entre uno y otro lado, y yo sólo sirvo como el conector: cuando abro la boca, descubro que ideas muy complejas están acomodándose, tomando forma, configurando los siguientes pasos. Lo cierto es que disfruto ambos momentos de mi persona, y he aprendido a sentirme cómoda con mis ritmos y mi pellejo, en vez de sentirme rara por estar con ganas de leer, escuchar y callar... Falta que acostumbre a los demás a eso, ja.

He tenido un mes de trabajo intenso, con logros chidos (que no me imaginaba conseguir) y problemas curiosos (que tampoco imaginaba tener que resolver). También me topé con la repentina oportunidad de reconciliarme con una parte de mi pasado y, aunque no he actuado a ese respecto, lo cierto es que el sólo haberme planteado ciertas preguntas representa todo un avance en mi caso. Digamos que la ex víctima de bullying que todavía habita en un rincón de mi cabeza está asomando la nariz, para darse cuenta de que sus fantasmas son sólo eso, y que el mundo nunca va a ser tan peligroso de nuevo. Total, que me estoy reconciliando con mi adolescencia también, muy a título personal y sin necesidad externa. Cool.

Pero no todo es trabajo: disfrutar a los amigos, sobre todo a los vecinos, que nos han sido entrañables desde antes, y ahora que vivimos a 6 cuadras los unos de los otros, más. Rockear con amigos distintos cada vez, disfrutar las últimas desmañanadas de sábado con los de la maestría (ya nos urge acabar, dios mío, ya nos urge); ver a la familia, recibir al suegro de visita (y verlo por primera vez en 2 años). Planear (con cierta inminencia) un futuro común.

Ya me voy: cortesia de la gripe y el calor, me sangra la nariz incontrolablemente.

16.3.09

Pronósticos cumplidos

Las citas se cumplen. Hace 15 años yo tenía 15, y todavía no empezaba a escuchar a los Smashing. Recuerdo claramente haber sido muy fan de la estación rocker del IMER, que ocupaba la sintonía que ahora aloja Reactor. No era yo escucha de Radioactivo, aunque mis amigos sí.

Recuerdo con claridad, de entre mi adolescencia, aquella canción que afirmaba: "soy un bicharajo, soy un raro, ¿qué chingados hago aquí? No pertenezco a este lugar". Se me hacía una cosa muy gloriosa, la clase de cosas que La Negra y Yogui aportaban a mi formación. Después yo los ayudaría a completar su colección de spots de Radiactivo con los que tenía mi hermano, y le añadiríamos el inmortal de Martín Hernández: "WFM te va a mandar a donde nunca nadie te había enviado antes".

Esa época le metió mucha música que me aprendí, pero que al mismo tiempo no supe quien cantaba. Como que mi mundo en ese entonces transcurría entre el rock en español, el movimiento de rock mexicano (recordemos que en esos entonces yo vivía en el norte de la ciudad, en la misma colonia en la que habitaban dos de los miembros de Café Tacvba, el cantante de la Castañeda y no sé si alguien más así de ilustre) y la música de Joaquín Sabina. Después tuve mi época rara de estudiar Administración y cantar trova y Mecano y otras cosas viejas, y despegarme del rock en inglés (La Negra ya estaba estudiando turismo y viajando mucho, Yogui era más amigo de ella y de Almendra que mío).

No fue sino hasta que estudié comunicación y descubrí ese piso 7 1/2 que era la oficina de Expresión, que de pronto me encontré con la gente que me ayudaría a definirme por fin como aquella que era y no sabía, como aquella que siempre quise ser: Monyque, La Paos, mis Hobbits, Marco... todos aquellos que le pusieron sentido a ser quien eres y no quien esperan que seas. Y en ese proceso empecé a reconocer lo que había escuchado hacía tiempo, y aprendí a escuchar otras cosas.

Una frase recurrente entre los haitantes de esa isla de las ideas era "¿Te imaginas que vinieran a México?". Yo reaprendí a escucharlos, y me di cuenta de que había años luz de distancia entre ése "eres tan jodidamente especial" y "te lo haces a ti mismo, lo haces, y eso es lo que más lastima". Esa distancia (y el video que hizo Mó con su equipo, con Chore viviendo en una alcantarilla) es parte de mi proceso de maduración tardía. Nunca, jamás, pude llegar al nivel de fanatismo de mis amigas: me llevaban entre 5 y 7 años de ventaja, en realidad casi 10. Se habían criado con esas cosas haciéndoles sentido en la cabeza. Pero vivía pensando: "¿Te imaginas que vinieran a México?".

Pasarían al menos otros 5 años. Salimos de la universidad. Nos escribíamos en fotologs. De vez en cuando, perlas absolutas de Mó luciendo su comprensión profunda de las letras y su relación con la vida real. Me fui haciendo de más y más canciones. "Arreste a ese hombre... he dado todo lo que puedo, pero no es suficiente; seguimos estando en la nómina"; "La ambición te hace ver bastante fea; pateando y chillando, cerdita de Gucci". Es educación sentimental, dirían.

Nunca fui tan fanática. No soy suficientemente meritoria como para hacer fila durante dos días por un boleto. Pero sabía que lo tendría. Albanner y yo hicimos un trato: ir el lunes, perdernos la primera media hora, acercarnos a los cerdos revendedores ya desesperados y sacarles esos inmerecidos boletos en lo que realmente costaron. No hizo falta: hace un par de semanas, otra de mis amigas nos dijo: me sobran dos boletos.

No iré, como soñaba, con mis amigas de esa época definitiva. Pero sé que en ese mismo auditorio estarán ellas, estaré yo, estarán también mis amigos actuales. Lo siento por quien me dijo "eso es una borreguez". No ser fanática no indica que no hayan marcado mi vida, al igual que la de muchas personas con las que comparto mucho más que una generación.

La cita se cumple. Despertaremos mañana del sueño y descubriremos que ya no hace falta preguntar. Vinieron a México. Están aquí. Estaré, estaremos, ellas ya están y volverán a estar ahí. Aunque no lo estuvieran, nos reunimos en torno a nuestros recuerdos y yo las tengo en mí. Bienvenidos, 23 (sólo por un día) y mi estatus de "nerd queen" (sólo por un día, también). El martes regreso a la anormalidad.

10.3.09

Viaje y de rebote

Fui a Guadalajara. Trabajé a ritmo de locos (lo cual no impide que también haya visto a D, el poeta, y que hayamos bebido y cenado y bebido y platicado mucho), leí un montón de cosas, comí una torta ahogada intrascendente (ay, qué coraje... debí de haber hecho caso de Chato y haberme comido un lonche, pero ya ni qué) y la única foto que me traje de allá fue la de las palmeras luminosas que decoran el Centro Magno.

Después de dos días, tomé otro avión y regresé a Culiacán después de tres años de ausencia. Recordé en el trayecto que justo hacía 3 años que había emprendido el juego de turista que acabó dejándome curada de espantos con las oficinas (y ya ven que volví a caer, ja). Culiacán ha crecido todavía más, aunque también se ha vuelto una ciudad más cara. Además, la señora del presidente tuvo el mal gusto de ir a un evento justo en el hotel en el que me hospedé... me revisaron la bolsa, la maleta, los prototipos y hasta las compras que llevaba.

No lo niego: sigo disfrutando muchísimo a la gente de allá. La mala noticia es que mi restaurante chino favorito ya es una mugre, pero el ceviche de camarón y los tacos Gobernador me hicieron el día. A la mañana siguiente (ya era jueves), a las 6 de la mañana, estaba tomando el taxi al aeropuerto. Pasé frente a la capilla de Malverde y no hice la señal de la cruz.

El avión salió a las 7, justo después de que yo comprara coricos y machaca y chilorio para mi gente. Llegué de regreso a las 10 de la mañana, donde me esperaba brillante (y por primera vez) mi marido. No cabe duda: la vida cambia. Después fue todo dormir un rato, llegar a la oficina, trabajar un poco más y recibir muchas preguntas: "¿Cómo te fue?" "¿Todo bien?" y la triunfal frase de mi jefe, que me hizo la semana, "se te echó en falta". Sí, la vida cambia, y uno trabaja en oficinas sólo cuando lo convencen a uno.

Ahora estoy pasando por mi bonito porceso de adaptación, ese en el que recuerdo que trabajo con más gente, y que puedo platicar y reírme y comer con mis compañeritos. La bendita introversión se instala cómodamente en mí y yo la dejo estar por unos días. La necesitaré.

18.2.09

De El libro salvaje


A veces he llegado a creer que uno lee para encontrarse a sí mismo. El problema verdadero viene cuando, al leer, te descubres leyendo algo que es tu historia y no es tu historia.

Como empieza el libro: "Voy a contar lo que ocurrió cuando yo tenía 13 años. Es algo que no he podido olvidar, como si la historia me tuviera tomado del cuello". En mi caso, después del fantástico intro, lo que tendría que decirse es que yo estaba a mitad de la secundaria, que las amigas que tenía no eran tales y que mi sueño recurrente implicaba seguir dormida y no despertar nunca. Y luego la biblioteca de mis abuelos me descubrió a mí, y las larguísimas tardes de encierro se transformaron en tardes de lectura. Ya no importaba si no había historias en mi vida real, porque siempre las había entre las páginas que se escondían entre las estanterías. Me volví un ratón de biblioteca, que no emergió de ella hasta que, "como un pollo ilustrado y recién nacido", estuve lista para volver a vivir en la realidad (aunque siempre, desde entonces, me acompañan los libros).

La persona que estuvo más implicada en acercarme a esos libreros fue mi abuela, que me pedía que le buscara cosas en el diccionario como si lo necesitara, con los lentes puestos sobre la nariz y sostenidos por una cadenita dorada que le rodeaba el cuello, con la pluma bien dispuesta entre los dedos azules y nudosos de la mano derecha y el libro de autodefinidos en la izquierda, con su cobija tejida sobre las piernas, rodeada de esos tomos que soltaban un polvo que brillaba cada que los tomaba y que tenían un olor particularísimo, al cual empieza a parecerse —ahora apenas— el olor de mi despacho.

Después de que mi abuela se fue (cuando yo acababa de cumplir 14), su espacio se transformó en el mío. Nadie más subía las escaleras por la tarde, porque nadie —ni siquiera yo— podía soportar su ausencia. Sin embargo, seguía creyendo que la encontraría al jalar un libro, y así me aventuré a trepar por las estanterías, a hojear la biblioteca joven Salvat, a leer cuentos rusos, a husmear entre revistas viejas. Sigo creyendo que mi abuela vive entre las páginas de todos los libros que leo y que leeré a lo largo de la vida.

No sé en qué estaba pensando Juan cuando escribió este libro. Lo que sí sé es todo aquello que me trajo, lo mucho que me reí y que lloré mientras lo leía (es más, lo que puedo llorar ahora, recordando a mi numen tutelar). No sólo encontré mi pasado, fui leyendo mi presente en estas hojas, en estas letras. Dice el texto que los grandes lectores modifican lo que leen. Yo digo que sí es cierto, que los libros, como los amigos, te modifican y se modifican a lo largo de la convivencia.

Es cierto, también: comparto la superstición. Los libros buscan a sus lectores. Éste me encontró. A lo mejor también los anda buscando a ustedes. Si es así, déjense hallar. Prometo que lo van a disfrutar...

Villoro, Juan: El libro salvaje; México, FCE, 2008.

10.2.09

Post de (y desde el) trabajo

Ya había dicho que no bloggearía en la oficina, pero más pronto cae un hablador que un cojo. La verdad, estoy bastante bloqueada (uno de esos casos en que ya sabes dónde estás y hacia dónde vas, pero no sabes cómo caminar de A a B y a C... una tontería, pues) y entonces me he dedicado a procrastinar, una de mis actividades favoritas (como ya lo saben mis queridos lectores).

En fin, que ya subí el texto sobre la niebla, ya pagué mi inscripción a la maestría (que por lo que parece este cuatrimestre sí estará chida) y ya estoy cursando el diplomado en Teoría Crítica, que el jueves pasado nos dio un pretexto para discutir sobre Marx y el funcionamiento de la economía capitalista, y este jueves versará (que verbo tan cuco) sobre Nietzche y "Así hablaba Zaratustra".

Tengo que avanzar también en la corrección de un par de tesis, la creación de textos para una página de internet y ojalá que algún día tenga tiempo para dormir un poco... Además de que las cosas con el Instituto van chidas.

¿Que no les he contado sobre el Instituto? Ah, pues es un proyecto rete bonito. Lo estamos poniendo en marcha junto con mi tío el de la fiesta de disfraces (que es un tipazo, y no sólo por las fiestas que organiza). Él fue consejero en un centro comunitario en Canadá durante 5 años... y cuando regresó le dio por querer hacer algo semejante acá; lo que siguió fue reunir a la gente más dispar y dispersa que se encontró (es un decir) y formar un comité que está trabajando incansablemente para poner en marcha un Instituto de Consejería. Por ahorita ha sido mucho trabajo de fin de semana, pero bien disfrutable. El asunto empieza por conocerse mejor uno mismo (si recordara la frase en latín, la pondría) y luego por entender mejor a los demás, ponerse en los zapatos del otro, comprenderlo y aceptarlo. Suena chido e idealista: por supuesto que ahí estamos. Ya recibirán más noticias, seguro.

Las tesis son de mi socia, Lalili, y de Gallo, que ya se quieren titula ambas dos al mismo tiempo (sólo que una de la maestría en área creativa y la otra de la licenciatura en sociales)... Me traen carrereada, pero vale la pena, los dos temas de tesis están chidos.

Y ya. Por ahora escucho mi iPod para aislarme y tratar de concentrarme, aunque creo que está funcionando mucho más por el lado "introversión creativa" que por el otro (más deseable) de "introversión analítica". Espero dar el salto hacia el análisis en algún momento antes de las 6 de la tarde (hora de terapia, ja). Me fui.

3.2.09

Otra vez Xalapa

Pues fui a Xalapa y ya regresé. Bueno, mi cuerpo ya, pero creo que dejé el cerebro en el ADO que nos trajo de regreso.

Recuerdo que en mi infancia Xalapa se escribía Jalapa y no Xalapa, tal vez porque las X estaban como devaluadas, yo qué sé. Ahora más bien forman parte del orgulloso carácter de mi pueblito burrero adoptivo.

Ya escribiré después en Vespertina star algo que estoy trabajando sobre la niebla y la neblina y esas cosas atmosféricas. Por ahora, sólo reportándome de vuelta...

24.1.09

Burbusoda cerebral

Había una vez un blog nacido de la patológica necesidad de escribir de una mujer que vivía muy frustrada en una oficina que no le gustaba, con compañeros que no la hacían sentir ni medianamente cómoda. Dicho blog cobró mediana popularidad durante una temporada, que coincidió con la peor época de aburrimiento y depresión laboral de la autora. Cuando se decidió a renunciar, dejó en suspenso ese blog... y abrió otro.

Así fue como vinimos a dar al altar, que es un espacio con un nivel ligeramente más alto de salud mental (sólo ligeramente), que andaba funcionando relativamente bien hasta que... sí, lo adivinaron, la autora consiguió otro trabajo de tiempo completo. Esta vez, eso sí, con compañeros chidos de trabajo, en un sitio que le gusta mucho. El problema es que, como le gusta, cada vez tiene menos tiempo para dedicarle al blog (a diferencia de el otro trabajo, en donde bloggeaba casi diario porque lo hacía todo el tiempo en horas de oficina...).

Suficiente de explicaciones sobre por qué nos pasamos un mes sin post.

Suecia

Recordaba hace un par de semanas a Goran Sonesson, profesor de la universidad de Lund, especialista en semiótica social y etcétera, y las ganas que tuve de estudiar una maestría en semiótica allá en aquellas lejanas y gélidas tierras. Cuando revisé los requisitos, descubrí que en Suecia ni los suecos pueden estudiar una maestría... las maestrías allá son de tiempo completo (qué novedad) pero te piden que acredites que tienes recursos suficientes para sobrevivir durante el tiempo que dura la maestría. Además, la imparten en sueco, que es un idioma que hablan sólo 11 millones de personas (compárenlo con los 500 millones del español... ya no hablemos del chino mandarín). En fin, que ni cómo hacerle. Así fue como renuncié a mi sueño de estudiar con uno de los cerebros que más admiro en el mundo.

Todo eso para decir que los suecos ya regresaron y se fueron (felices), que logramos sobrevivir a 8 sesiones sin bajas, y que los clientes hasta le agradecieron a Chato "aguantar sus caprichos". Me encanta esa sensación de "Juego de la Oca": ¡Prueba superada!

Podría...

Hacer el recuento del año pasado, pero en realidad ya suena un poco viejo hacerlo a finales de enero. Por lo tanto, lo omitiré por esta vez. Igual y luego me inspiro y subo lo que tengo ya escrito por ahí (el hecho de que no lo postee no significa que no lo escriba, ja).

Ya me urge terminar la maestría. Este sábado que estoy vacacionando me he sentido tan feliz y me ha rendido tanto, que quisiera que ya me dieran por pasadas las materias y no tenerme que presentar los próximos 14 fines de semana... bueno, 13: el próximo fin de semana nos largamos a Xalapa a ver a la familia política y a los amigos.

Con todo y todo, ya me hace ojitos un diplomado en estudios críticos. Vayan a 17 y vean por qué.

¿Qué por qué se llamaba "burbusoda cerebral" el post? Pues porque esto es lo que me burbujea ahorita en el cerebro... Y ya.