2.3.13

Desempolvar fantasmas

Por alguna extraña razón, todo coincidió. Empecé a limpiar carpetas, luego mails, una cosa llevó a la otra... Y me encontré revisando los perfiles de FB, los correos electrónicos, las cartas escritas y enviadas (o no) de y para mis exes.
De alguna manera resultó una aventura emocional fascinante. Leer la última carta de uno y descubrir que nos dolimos mucho más de lo que nunca quisimos admitir; ver en el perfil de facebook de otro que se casó recién a finales del año pasado, muy cerca del día de mi cumpleaños; ver que otro ya es padre de familia y sentir, en el fondo, que el chavito de pelos parados de las fotos podía haber sido mío... Y dar gracias porque no lo fue.
Creo que es el momento adecuado. Hace ya seis años que cambié de rumbo, que cerré ciertas puertas y abrí otras, que me enfrasqué en lo que Billy Crystal adecuadamente describía como "el resto de mi vida". Y muchas cosas han cambiado de entonces a ahora; sin embargo, tenía heridas y fantasmas que había querido mantener ahí, encapsulados. Como bien decían en "El espinazo del diablo":
¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor quizás, algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar.
Entonces... Quiero dejarlos ir. Realmente quiero cerrar esos capítulos a medio escribir, como proyectos de borrador, y que cada quien sea feliz en su propio terreno. Enviarles una carta, contactarlos de nuevo, tendría exactamente el efecto contrario. Para lograrlo, entonces, un pequeño párrafo de despedida, desde aquí, a cada uno.

  • Lucano: durante mucho tiempo me sentí responsable por haberme casado antes que tú (sé que suena idiota, lo sé). Saber que encontraste una mujer que te hace feliz y con quien seguramente compartirás todas esas cosas lindas que sé que tienes dentro me llenó de gusto, y no te lo escribo directamente porque imagino que sería muy raro tener noticias mías después de 8 años de no hablarnos. Un abrazo.
  • José: qué bueno que encontraste a tu mujer, que bueno que ahora sabrás lo bien que te hará ser padre. Decido, de manera totalmente unilateral, dejar de darle vueltas a las heridas viejas. Los años habrán servido para hacerte una mejor persona, y para hacerme una mujer más sabia, así que supongo que esos que fuimos y dolían ya no son más éstos que somos, y que ya no deberían dolerse de daños tan viejos. No planeo contestar tus mensajes de facebook, pero te dejo ser feliz, sin dedicarle más energía mental a nuestras culpas.
  • Federico: eres la historia que más tristeza me podría causar. La coyuntura histórica, inclusive, te puso de regreso en mi cabeza. Hubo tantos malentendidos al terminar un cuento que nunca fue y una amistad que ya no podía ser, que es imposible intentar recolectar los pedazos. Quien soy te debe mucho. No entiendo a aquel que eres ahora, pero te deseo de todo corazón la paz que calme tus tormentas interiores (esas que motivaron que nos acercáramos, que tratábamos de ahuyentar mientras fuimos amigos, y que te han llevado lejos de todo lo que pareces haber valorado en algún momento de la vida).  

Hay otros exes, seguro. Estos tres resumen las historias más rotas de mi vida, aquellos con los que me unen deudas emocionales. Después de escribir esto (y de escribirlo acá, y no en Vespertina, que es su lugar acostumbrado) me declaro en huelga de fantasmas: sólo me quedo con lo que valió la pena, con las lecciones aprendidas... Y me despido de la posibilidad de dejar que me duelan.

7.2.13

Aviso de tormenta

Se vienen cambios. Lo sé porque los siento venir en mi interior, porque lo que está haciendo ebullición en mi cabeza, en mi pecho, en toda yo no da para quedarse como está por mucho tiempo más.

Sería encantador pensar que con un esfuerzo de la voluntad se puede recomponer todo, que basta la varita mágica de "no pasa nada" para que realmente no pasara, ni se sintiera, pero no es así. La ventaja es que toda crisis trae aparejado movimiento, todo conflicto implica una posibilidad de crecimiento, toda caída es aprendizaje.

Sé lo que no quiero, y creo que empiezo a tener, por primera vez en la vida, bien claro lo que quiero y cómo lo quiero. Ahora la búsqueda es cómo y dónde conseguirlo; es una diferencia diametral y significativa. Llegar a ello implica millones de cosas. Tratar de descubrir de qué manera tengo que cambiar y adaptarme para lograrlo también es un viaje de mil millones de pasos. Iré tratando de darlos uno a uno.

Pienso mucho en mi abuela, en la frase que me repitió hasta tatuármela en el cerebro y en el corazón: "en el más inteligente tiene que caber la prudencia". Desde niña y hasta hace algunos años me rebelé mucho ante eso: ¿por qué suponer siempre que la más inteligente tenía que ser yo? Pedía permiso de ser, por una vez, la tonta, la que pierde el control, la que pone el universo en llamas. Quería ser bitter berri, pues.

De adulta, el problema es comprender qué quiere decir "prudencia". No se trata de no responder. Tampoco se trata de aguantar. Creo (y esto lo estoy entendiendo por primera vez ahora) que se trata de seleccionar la respuesta más indicada para cada momento. De dar un paso atrás para medir las consecuencias. De aprender de lo que ves. Y ya con eso hecho, entonces sí, lanzarte a lo que se necesite: ser diplomático, gritar, negociar, encender fuego.

Como bonzo, pues.

14.1.13

De tu ausencia

Estás, y de repente ya no. Y entonces toca aprender a vivir con la certeza de que no te voy a ver ni en sueños. Así es: desde que ocurrió la pesadilla, los sueños se esfumaron. Paso noches en negros absolutos. Duermo bien, es cierto, pero lo hago con el sueño de las piedras. Perros, gatos, amigos, marido. Todo me acompaña, pero está ese espacio. Mind the gap. Y con que cara si ni soy tu hermana, ni tu exnovia, ni tu mejor amiga, ni te conocía de hace años. Poco más de 450 días me bastaron para darte por supuesto en mi vida, para que te transformaras un poco en una razón más para ver el mundo con buenos ojos. Para creer que tenía el derecho de quererte como se quiere a los que son tú mismo, aquellos que te completan y te complementan.


Me estoy ahogando un poco. Quiero ayudar a todo mundo a cargar con sus ausencias, pero hay horas y días en los que inevitablemente me dueles. No sólo me dueles en mí; me dueles en tu mejor amigo, que no duerme por miedo a tener pesadillas iterativas; me dueles en la novia que dejaste aquí y que no entiende por qué en un mes creyó ser tan feliz y luego perdió todo un proyecto de vida. Me oigo diciéndote que fueras responsable con los planes que hacías con ella... No me refería a esto, no a este hueco que trato de llenar con lecturas y películas y meditación y un nuevo perro viejo y trabajo.

No me puedo sentar todavía en el sillón de casa de mi amiga. Coloco la cabeza en el respaldo y nos recuerdo recargados uno en el otro, mientras te digo que la vida me debía un hermano (además del que tengo) y me pagó contigo. Y luego, menos de dos meses después, corte a negros. Y me trago las lágrimas que no dejo que nadie vea. Porque mi marido, tu mejor amigo, me necesita entera y mi tristeza se lo come vivo; porque los amigos no alcanzan para sostenerme, porque no logro concentrarme en el trabajo pero finjo que sí para seguir teniendo un motivo para escapar de casa. Porque me muero de ganas de volver a ser feliz aunque no estés, pero cada que lo soy te extraño tanto... 



25.10.12

Touched by a book


El amor dedicado a los libros siempre es recíproco.
Existen pocos placeres que atesore más que pasar tres o cuatro horas arremolinada en un rincón, con la única compañía de un libro. Despertar temprano una mañana de domingo, cuando el resto del mundo duerme, y salir de puntillas de la cama para tener “tiempo de calidad” que compartir con ese improbable gran amigo. Y es improbable porque ahora la pantalla me absorbe la mayor parte del tiempo: reportes de trabajo, navegación en línea, redes sociales, videos, fotografías...
Me encanta saber que podemos robarle algo de espacio y tiempo al día para estar ahí, construir nuestra cita secreta, re-crearnos el uno al otro: la lectura es una de las pocas ocupaciones estáticas en las que cambiamos nosotros y somos cambiados por aquello que transformamos, sin mover mucho más que un dedo, la muñeca, o dando un ligero asentimiento de cabeza. Millones de conversaciones privadas, únicas, sostenidas entre un autor y su lector. No hace falta hablar para que el libro y yo sepamos de qué se trata esta dinámica, de qué manera vivimos juntos, discutimos, concordamos y discordamos. Sólo quien lee habitualmente sabrá de esa extraña sensación de cabeza nublada, que no se va hasta no terminar de leer un texto pendiente.
Mis libros y yo somos un universo aparte, un infinito cúmulo de mundos engarzados con otros mundos. Como Borges, siempre he imaginado que el Paraíso debiera ser muy similar a una biblioteca: es el único modo que tengo de imaginar sobrevivir el infinito.

The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore (2011). 
Dir. William Joyce & Brandon Oldenburg. 
Música original de John Hunter.

Este texto se publicó originalmente en el blog de Life & Style México, pero aparentemente ya no existe ahí. Lo republico aquí con el deseo de rescatarlo... Qué se le va a hacer, le agarra uno cariño a sus ideas.

21.12.11

Re-cuento

La gente empieza a despedirse para poder salir de vacaciones navideñas. Este año, yo decidí quedarme a guardia (juré que nunca lo haría de nuevo, quién me viera ahora) y anhelo esos momentos en los que podré estar en la oficina sacando algunos pendientes de organización. Renovando cosas, supongo.

Acaba de pasar recién mi cumpleaños 33, y un tumulto de cosas se me agolpan en la cabeza y en el corazón. Ha sido un año complicado (vaya que sí) pero también me ha dado múltiples aprendizajes. Me liberó de ciertas cosas, me demostró que otras están ahí, como asignatura pendiente (tal cual, la espada de Damócles). Fue el año en el que las cosas que parecían malas fueron las que detonaron lo mejor; en cierto modo, todo aquello que estaba bien a principios del 2011 fue lo que no terminó igual —en general, aunque haya algunas excepciones.

La vida sigue viniendo sin instructivo. Eso, más que darme miedo, me sigue dando una curiosidad infinita: nunca sé qué viene a la vuelta de la esquina, y casi siempre puede ocurrir cualquier cosa. Dicen de mí en una lectura de hoy:
[...] a veces me pregunto si crece o ya creció en algún momento anterior y ahora (se) conserva (en) su juventud crecida[...]

Me gusta. Hace juego con mis uñas de colores, con mis faldas de vestir, con mi ropa de diseñador hipster, con el recién adquirido gusto por los vestidos, con mi primer vestido de gala de mujer de treintaitantos. También va con la disímbola mezcla de amigos con la que he logrado rodearme a lo largo de los años... Gente que me ha costado una vida reunir, pero con la que me siento tan cómoda y feliz que las palabras faltan para describirlos, y sobran para comprendernos.

Sigo tratando de llenar mi vida de risas. Haciéndole más caso a aquello que, dentro del "infierno de los vivos", no es infierno —siguiendo a Calvino, haciendo que dure, dándole espacio. Creo que es mi gran aprendizaje del año: construir lo bueno en medio de lo que puede parecer terrible —y descubrir que, al final, lo terrible era maravilloso después de todo, sin falsos optimismos.

Feliz final de fiesta.