30.1.07

Rendicion

Pues sí, resulta que todo marcha bien. Bueno, todo marcha bien excepto que me acabo de enterar durante la clase de mercadotecnia estratégica de que mi presupuesto mensual no me da ni para aspirar a ser NSE D+, soy D a secas. Y yo que era la princesita C+...

En fin, como decía el dicho: "desafortunado en el juego, afortunado en el amor" o algo así. Vivo prácticamente alimentada de y por el amor de mi novio, que ahora ha tomado como su misión en la vida este asuntito de cuidar de mí, lo cual se me hace muy extraño y al mismo tiempo enormemente agradecible. Después de tanto batallar para demostrar que era capaz de cuidarme sola, de mucho pelear por mi autosuficiencia y etcétera, ahora capitulé y estoy hecha una consentida.

R. me llama y pregunta qué voy a querer de cenar. R. piensa en comprar cama nueva y pasarme la vieja (más catre, santo dios). R. me espera, cenamos y me ayuda a hacer mis cosas para la escuela. R. me abraza por las noches y me aprieta contra su pecho y me dice "cosita" y "Te adoro" con una emoción desbordante. R. me invita a comer y descubro un menú totalmente diferente al que yo habría pedido sola. R. que se despierta a las 6 de la mañana sólo para darme el beso de los buenos días y prepararme un sandwich, porque sabe que suelo andar sin desayunar.

Me rindo. Firmo mi capitulación incondicional. Me he enamorado sin reservas, sin interponer otras consideraciones. Me he enamorado por primera vez a ojos abiertos, de alguien que es al mismo tiempo mi igual (ni mi superior ni mi inferior) pero que me hace desear ser una mujer mejor. Le entrego el corazón y la vida porque él me entrega todo sin pedirme nada, sin ponerme límites, sin jugar más juego que el de hacernos felices el uno al otro.

Amo su risa, su forma de entregarse, lo generoso que es, su sentido del humor dañado, la forma en que me mira, escucharlo recrear poesía mientras la saca de las páginas y la transforma en voz profunda, acostarnos abrazados, a su gato Jacintóbolo (que se coloca entre nosotros sólo para recordarme el "Nocturno a Rosario"), pellizcarle la panza, que me haga trompetillas en el ombligo, escucharlo hablar de libros, discutir ideas con él.

Sí, me rindo a su amor. Nadie me pregunte sobre de mí, ya no existo como era antes.