
Hace ocho minutos (ya casi diez) que debí de haberlo despertado. Pero me gusta oírlo dormir, sentir a su gato gimiendo pacíficamente al sur de la cama, el edredón enrollado en cualquiera de los dos que lo haya ganado durante la noche.
"Despierta, mi amor. Ya son cuarto para las 10, ya es hora". Él sólo medio voltea y se vuelve a acurrucar en la cama. Jacinto cambia de posición y ahora flanquea mi pierna. Él ahora duerme boca arriba y yo tecleo frenéticamente, para terminar y empeñarme en despertarlo...
Antes de dar el enter final, acaricio la barbilla de Jacinto. Procederá la sesión de besos en la panza y lengüetazos en la oreja hasta que logre despabilarlo.
Esta cotidianidad me hace feliz. Él se mueve. Me voy.
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