10.3.08

Hacerse cargo.

Hay pocas certezas en la vida. Una de ellas es que nos vamos a morir; otra es que todo está destinado a cambiar. Mi último par de semanas se ha ido en comprender (y ayudar a alguien más a comprender) esto.

De pronto, para variar, me miro en el espejo y descubro que la persona que está ahí, enfrente de mí, vestida con mi ropa, usando esos anteojos de pasta rojos, que tiene 20 kilos de más que no le sientan para nada, que vive en un departamento minúsculo que está tendiendo demasiado al caos... pues no es otra más que yo.

También Xim, mi hermana y roomate, se está enfrentando a cambios fuertes. En su caso no es la madurez, sino la maduración: la muerte de su mentor, con todas las preguntas que eso conlleva: ¿creo en la vida después de la muerte? ¿Qué es la fe? ¿Cómo le hago para seguir viva cuando la gente se puede morir? Lo mismo nos ha pasado a todos, creo. Así que esta semana ha sido de mucho llorar para las dos, ella por su tristeza —Luke Skywalker superando la desaparición de Obi Wan— y yo porque siento su dolor y para ayudarla o al menos acompañarla hurgo mucho en mis propios dolores... No es fácil crecer. Lo bueno es que sabemos que nos tenemos la una a la otra (o al menos eso creemos).

¿Cómo le hacemos para tener fe en algo? La única respuesta que encontré fue que la fe es un esfuerzo de la voluntad, igualito que el amor. Nos gusta creer, lo necesitamos. Sé que ella tiene fe, y que no la perderá pero tendrá que cambiarla, aprender a vivir con sus ausencias, etcétera.

Yo, cortesía de ambos asuntos, estoy enfrenándome a la entrada de lleno a la vida adulta. Ay, sí, horror, ese momento lleno de decisiones trascendentes, como empezar a organizar mi vida diaria; como hacerme cargo —por fin— de mi departamento; como asumir de una buena y estúpida vez por todas que este lugar en el que estoy no es un "mientras" sino un "ahora". Llevo 6 meses haciendo de cuenta que al término de mi contrato mi vida podría cambiar y tendría que salir de aquí por una razón en específico... Pero eso se ve lejos, y sinceramente tampoco tengo antojo de mudarme. Así pues, tengo que estar hasta los codos en este lugar: mi lugar. Creo que este fin de semana por fin lo sentí así.

Además, mis padres por fin decidieron desmontar lo que fue mi habitación, y montar ahí una oficina para mi señorpadre.net; aunque yo fui la primera que insistió en ello, hoy que me enfrenté con esa realidad —de pronto ya no era más mi espacio, sino una peculiar mezcolanza de mi exhabitación y la oficina de mi padre— debo admitir que sentí que ahora sí, el viaje hacia la vida adulta no tiene vuelta de hoja. Hace como un año les devolví las llaves de la casa, y ahora ya no hay una "recámara de Coppelia" en la cual refugiarme (recuerdo cuando terminamos El Volador y yo, que me reporté enferma y me quedé allá a que "mi mamá me mime" en vez de irme a mi casa y luego a trabajar). Buen cierre de mi tercera década en este planeta...

Hay otras zonas de mi vida en las que parece que habrá cambios. No lo sé. Como ya dije, hay pocas certezas en la vida: lo demás es fe y hay que saber cómo asumirla... No sé si estoy triste, o sólo en espera. Lo que sí sé es que las horas se hacen días, pero el único modo de enfrentarlas es tomándolas como vienen y luchando por organizar mi vida. ¿Cómo es que he perdido el control sobre de mí durante tanto tiempo? ¿Dónde dejé mi famosa fuerza de voluntad? ¿A qué renuncié? ¿Cuándo?

Prometo que las preguntas las contestaré sobre la marcha. Por el momento, el reto es fuerte: estructurar mis días y mis noches. Saber que mi vida es mía. Que mis decisiones y mis espacios son míos. Que soy fuerte. Que soy libre. Que me tengo a mí. Que también tengo a ese selecto grupo de personas (¿pessoas? ¿gente?) en quienes he depositado mi fe y me han correspondido poniendo algo de su fe en mí. Que puedo hacerme cargo. Mantener a raya mis neurosis y mi ansiedad, durante los próximos 5 minutos cada vez. Que pase lo que pase, la vida sigue. Tomarme un día a la vez. Seguir intentando alcanzar esa meta (tal vez ridícula , pero no me importa ahora) de ser feliz aquí y ahora. Regresar a terapia en el corto plazo, ahora sí, tomándomela en serio, y ahora sí con un(a) terapeuta que no hable de futbol...

Suena como si fuera mucho, pero ya dije: un día a la vez.

P.D. Medusa me envió un contrato de cesión de derechos para publicar uno de mis artículos en un libro de recopilación de semblanzas. Me ofreció una moneda de plata. Pensé: "Si Judas vendió a Jesús por 30, 1 por 'Alicia' no está mal". Dije que sí. Ya les platicaré.

1 comentario:

IZ dijo...

Me gusta, me gusta. Visito de vez en cuando.