15.9.06

Divagaciones de viernes en la mañana

Estoy causando tanta sensación, que ya hasta están queriendo surgir imitadores. Pobres. Aunque si Tomás de Kempis alcanzó la fama (y tal vez hasta la salvación eterna) gracias a su "Imitación de Cristo", no veo por qué negarle a otras personas el placer de intentar alcanzar la fama con mis métodos.

Además del librito fotografiado, M. y yo vimos otro, cuyo nombre no recuerdo, pero que era del mismo autor de "Qué decir cuando converse consigo mismo". Wow. Ha de ser tristísimo descubrir que no tienes nada que decirte, o que te aburres cuando tratas de hacerte la plática.

Ayer salí con mi primo L., para festejar su regreso de vacaciones. Fue a visitar a la Tía Celia (uno de los pocos nombres completos que utilizaré sólo porque ella es todo un personaje) a Miami y acabó en NY viendo a otro primo y tomándose muchas fotitos de turista incidental (ya saben, clásico autorretrato de la era digital).

Platicamos sobre muchas cosas, trascendentes e intrascendentes. Me gustó la reflexión sobre cómo la foto digital ha venido a cambiar nuestros estándares de "foto valiosa" y ha facilitado, precisamente, el autorretrato y otras banalidades. Antes tenías 38 tomas máximo, las cuales terminarían impresas para la posteridad, recordándote cuán malo eras o qué tan feo te puedes ver en foto. Ahora, en cambio, puedes almacenar mínimo 50 fotografías, revisarlas de inmediato y si no te gustan deshacerte de ellas para siempre. Y si te gustan mucho, mandarlas imprimir en un tamaño gigantesco por un costo mucho menor que una ampliación tradicional... Total, que mi próximo "gadget" será una cámara digital con funciones de reflex (o el mentadísimo iPod...)

Aproveché para conocer a mi sobrino gatuno, Claudius. Si mi gata no estuviese consagrada como vestal, consideraría cruzarlos y tener gatitos monísimos y ojiverdes, pero en realidad ni L ni yo hemos considerado tener nietos.














A Claudius lo esterilizarán a la brevedad y La Galleta correrá la misma suerte dentro de poco, así que sólo me queda teorizar con lo bonitos que habrían sido nuestros nietos comunes. Además, eso pudo haber cumplido la maldición favorita que me lanza mi primo malvado: "Tendrás una hija que será como yo, y se enamorará de un patán como tú, y entonces pagarás todo lo que has hecho". No quiero imaginar eso...






Mi regalo de viaje fue una pelota de beis para mi colección. Yo había pedido una de los Yankees, pero la que recibí no estuvo nada mal:



Es la nueva estrella de mi colección...

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