12.3.07

Lunes de ciudad.

Traigo tanto pinche cansancio que la verdad no me quiero dormir. Mañana, en teoría, llego a las 7 de la mañana a recoger exámenes "para resolver en casa" (una bonita idea que se me ocurrió, mandarle un caso práctico de 8 páginas a mis alumnos de Mercadotecnia Estratégica, famosos en toda la escuela por lo reacios que son a la lectura...) Después de eso, ooooootra vez el grupo de semiótica en donde se encuentra el "Rat Pack", al cual, si se presenta, les aplicaré un examen de 10 preguntitas sobre el libro que tenían que haber leído (y eso no estaba en los términos de la evaluación, para que vean que a veces las excepciones les sirven... bueno, no, en realidad ni leyeron el libro así que en realidad sólo lo hago para nivelar la percepción de "maestra ojete").

Ya cuando termine, podré regresar a mi casa, o —con un poco de entusiasmo— al museo (tengo muchísimas ganas de ir a San Ildefonso, a ver la exposición ésta de Revelaciones). R anda como loco, cortesía de su trabajo. Mañana cumplimos meses y ahora quería prepararle una sorpresa bonita, pero supongo que tendré que dejarla para una temporada laboral un poco menos acelerada (creo que ocurrirá cuando cumplamos 10 años de casados). Al menos ya le tengo un librito, que me regalaron por comprar dos de Compactos Anagrama y que espero que le guste.

El bautizo al que fuimos el sábado me puso realmente bien. En lugar de bautizar al sobrino (ah, porque ya decidí que también es mi sobrino) sólo por la iglesia, se organizó una ceremonia emotivísima en la orilla del lago de Pátzcuaro... La ceremonia fue intensa, inteligente, tremendamente mística, lúcida... Vamos, que en realidad me la pasé llore y llore y tomando fotos con la cámara digital de los papás del sobrino. El chamaco, además, es adorable: no llora, todo el tiempo está chisposo y encantado de tratar con gente y si hace berrinches se le pasa en tres segundos (como buen teatrero).

Tuve un fin de semana precioso, pues. Porque no sólo fue el bautizo (que además hizo que el rito tradicional católico demostrara ser un sinsentido), fue también descubrir a los amigos de R y tomarlos por propios, desear súbitamente casarme en una ceremonia nuestra (no oficial), caminar con él tomados de la mano por las calles de una ciudad que amo con fervor, dormir piel con piel, llorar en sus brazos, cantar en el coche a voz en grito, reírnos como tontos (y hasta pelear un poco, por que no). Fue encontrarme de narices con la vida nueva que estamos construyendo. Maldita, maldita impaciencia, que es el demonio contra el que lucho todo el tiempo.


(Pienso en la carencia de público de estos textos, y me gusta)

1 comentario:

Coppelia dijo...

Al final, me separé de R. meses antes de cumplir 10 años de casados. La idea bonita (un picnic en Chapultepec) nunca ocurrió. Poco después de esto empezó a mostrar síntomas de depresión, que no supe tomar en serio a tiempo. Aunque traté de marcar límites (lo sé ahora que releo este blog como si fuera un diario viejo), lo cierto es que en algún momento me resigné a que los momentos malos eran un requisito que soportar para poder vivir los buenos. Los momentos buenos fueron cada vez menos. Igual me quedé 12 años, 3 meses y 3 días.
La ruptura fue una mierda, aunque todas lo son. Me redescubro ahora de nuevo en esa mujer ansiosa que busca casa nueva a buen precio, tiene una roomie inesperada, y tiene que reiniciar su nido con un marido y cuatro perros menos, muchos años más y muchas más herramientas para manejar su ansiedad, sus obsesividades, sus compulsiones y su propia depresión por desgaste.
Si pudiera dejarle este comentario a la que fui cuando escribí este post, le advertiría que buscara un psicólogo que sí sirviera a la brevedad. Y que se reconciliara con el depa chiquitito de Torres, que fue un espacio maravilloso y desaprovechado. Que no parara de poner límites, que no tuviera miedo. Que entiendo por qué se quiere quedar cada vez, que ojalá ella sea capaz de ver por qué quise irme desde antes, y no lo logré... Y en una realidad alterna, existe una que no es ninguna de nosotras dos, decidiendo irse mucho antes. Ojalá esa de la realidad alterna sea tan feliz como tenemos potencial de serlo.