15.9.07

Life in a cast

Inmovilización. Vaya, no es tan incómodo como suena. Al menos, mi tobillo derecho no lo cree así. La férula está haciendo su trabajo, dándole tiempo a los ligamentos que me despedorré el lunes pasado para que se reacomoden. Todo mundo había dicho que el pie dolería, que el frío, el calor, que no sé que tanto. Pues no. Creo que cortesía del tipo de esguince, lo único que no quiere hacer mi pie es precisamente lo que mejor le impide el yeso: moverse de costado. De ahí en más no duele nunca (a menos que pase demasiado tiempo apuntando hacia abajo, en la posición habitual de un pie; me las he arreglado bien para tenerlo arriba casi la mitad del día).

Lo que fue molesto durante los primeros dos o tres días fue habituarse a las muletas. Mis hombros y mis brazos nunca han estado capacitados para cargar con mi peso. Vamos, ni cuando era una niña raquíticamente flaca y mi padre me decía Popotitos podía sostenerme suficiente como para cambiar de barra en un pasamanos... Ahora, de pronto, toda mi movilidad depende de que mis hombros soporten ser la cúspide del columpio que balanceará mi cuerpo entero hacia adelante. Los dolores más terribles fueron los de espalda y brazos el martes y el miércoles. El jueves ya había perdido mi habitual buen humor, y llevo 2 noches sin ir a mi departamento: tres pisos diario es demasiado esfuerzo.

Aún así, mi mayor dificultad no es física: lo que me ha hecho pedazos en la última semana es la sensación de no poder realizar actividades simples por mi misma, o que éstas requieran mucho más tiempo del normal. Bañarme se ha vuelto una actividad meramente utilitaria, invierto mucho más tiempo en los preparativos que en el regaderazo por sí mismo. Tengo que planear mis movimientos cuidadosamente, porque no se me puede olvidar nada: regresar a la recámara requiere muchos más movimientos de los deseados.

Como el tobillo inmóvil es el derecho, he tenido que olvidarme del automóvil (por muy automático que sea, el bulto que ahora tengo por pie le estorba al acelerador). De pronto, toda mi locomoción depende de la buena voluntad del prójimo. R ha sido un gran prójimo, aunque en realidad parece que estoy terminando con sus reservas de energía y paciencia. Estoy durmiendo en su casa, donde rengueo de aquí para allá.

Es raro. Tanto tiempo peleando por transformarme en una mujer independiente, y ahora que tengo que depender de muchos para todo, no puedo evitar sentirme inútil. Como sea, también me gusta saber que hay gente que se preocupa por mí. Por ejemplo, en la agencia he trabajado como negro esta última semana, pero el equipo ha sido un gran apoyo en todos los sentidos y finalmente me siento en casa. Mi familia aumentada (la niña-gato, A, J, por supuesto R, Xim) ha puesto 200 de energía en esto y se han preocupado por mí hasta el punto de lo inimaginable.

Total, que me falta al menos una semana más. Las muletas ya no son tan molestas, ya me pude pasar un día entero sin analgésicos, y cuando salgo con R nos podemos estacionar en cualquier lado... Algún servicio tenía que prestarnos mi patita, ¿no?

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